jueves, agosto 30, 2007

Adiós al escritor de la bufanda blanca.

Ha muerto Paco Umbral, “el escritor que iba a los programas de la tele a hablar de su libro”, como he leído en varios artículos. Es un poco triste que quede ese recuerdo de un escritor que dio a luz mas de 125 obras literarias.

Nunca fue santo de mi devoción aunque reconozco que su escritura era brillante. Me gustaba escuchar esa voz grave, tan imitada y me gustaba leer sus columnas periodísticas.

Me impresionó mucho saber que perdió a un hijo a la edad de 5 años a causa de una leucemia... A él le dedico su libro "Mortal y Rosa" del que me gustaría reproducir uno de los fragmentos más emotivos que he leído nunca:

"Sólo encontré una verdad en la vida, hijo, y eras tú. Sólo encontré una verdad en la vida y la he perdido. Vivo de llorarte en la noche con lágrimas que queman la oscuridad. Soldadito rubio que mandaba en el mundo, te perdí para siempre. Tus ojos cuajaban el azul del cielo. Tu pelo doraba la calidad del día. Lo que queda después de ti, hijo, es un universo fluctuante, sin consistencia, como dicen que es Júpiter, una vaguedad nauseabunda de veranos e inviernos, una promiscuidad de sol y sexo, de tiempo y muerte, a través de todo lo cual vago solamente porque desconozco el gesto que hay que hacer para morirse. Si no, haría ese gesto y nada más."




"Qué estúpida la plenitud del día. ¿A quién engaña este cielo azul, este mediodía con risas? ¿Para quién se ha urdido esta inmensa mentira de meses soleados y campos verdes? ¿Por qué este vano rodeo de la muerte por las costas de la primavera? El sol es sórdido y el día resplandece de puro inútil, alumbra de puro vacío, y en el cabeceo del mundo bajo un viento banal sólo veo la obcecación vegetal de la vida, su torpeza de planta ciega. El universo se rige siempre por la persistencia, nunca por la inteligencia. No tiene otra ley que la persistencia. Sólo el tedio mueve las nubes en el cielo y las olas en el mar."


"Mortal y Rosa". Francisco Umbral

Me canso de ser hombre - Pablo Neruda

Hoy de nuevo volvemos con un poeta de los que han hecho historia, Pablo Neruda.

El poema que os traigo no es de los más conocidos suyos pero es de los que nunca dejan al lector impasible, pues son ese tipo de verso que están repletos de sentimientos, de emociones en cada palabra, en cada expresión y hace amarlo u odiarlo pero nunca pasa sin obligarte a tomar partido. Me encanta su atrevimiento en las formas, su elocuencia sencilla y diáfana para plasmar en tan pocas palabras algo tan profundo.


Me canso de ser hombre


Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin Embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y
me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas...

Pablo Neruda



sábado, agosto 25, 2007

El amor ascendía entre nosotros - Miguel Hernández

Ya sabéis que para mí Miguel Hernández es algo especial. Tiene una forma de decir las cosas muy personal como todo buen poeta, y que incluso a veces parece que ha dicho lo contrario de lo que se espera que diga, pero cuando seguimos y terminamos de leer, nos ha impregnado de un aroma de sentimiento como pocos consiguen hacerlo.

Como me gusta intentar traer algunos poemas menos conocidos, os dejo este que es un poema de amor, sencillo pero lleno de sensibilidad, de emociones, de vida.




El amor ascendía entre nosotros

El amor ascendía entre nosotros
como la luna entre las dos palmeras
que nunca se abrazaron.

El íntimo rumor de los dos cuerpos
hacia el arrullo un oleaje trajo,
pero la ronca voz fue atenazada.

Fueron pétreos los labios.
El ansia de ceñir movió la carne,
esclareció los huesos inflamados,
pero los brazos al querer tenderse
murieron en los brazos.

Pasó el amor, la luna, entre nosotros
y devoró los cuerpos solitarios.
Y somos dos fantasmas que se buscan
y se encuentran lejanos.

Miguel Hernández

jueves, agosto 23, 2007

Romance Sonámbulo - Federico García Lorca

Lorca, mi querido Federico. No puedo sino hablar elogios de un poeta que alcanzó la perfección en sus versos, que supo hablar en lenguaje coloquial vistiendo sus formas de una elegancia suprema.

Os traigo uno de sus romances más famosos, aunque la verdad es que con Lorca es difícil elegir uno, y si buscas alguno poco conocido es aun más complicado pues su poesía ha trascendido casi completa. Una pena que fuese asesinado tan joven pues perdimos a una mente y a una persona sin igual.



Romance sonámbulo

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre el mar
y el caballo en la montaña.
Con
la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera flota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
Pero ¿quién vendrá? ¿Y por donde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo.
Ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No veis la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo.
Ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
herían la madrugada.

Verde que te quiero verde,
verde viento verde ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y
el caballo en la montaña.

Federico García Lorca